Hoy os dejo esta bonita fabula que encontré hace poco. Os animo a leerla. Todos tenemos un potencial que debemos trabajar con motivación, esfuerzo y trabajo. No dejemos que nadie nos haga creer que no tenemos ningún potencial y ayudemos a la gente que nos rodea a encontrar y desarrollar el suyo propio.
Había una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque, encontró un polluelo de águila herido. Se lo llevó a su casa, lo curó y lo puso en su corral. El ave aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como estos. Un día, un naturista que pasaba por allí le preguntó al granjero:
– ¿Por qué este águila, el rey de todas las aves y pájaros, permanece encerrado en el corral con los pollos?
El granjero contestó:
– Me lo encontré malherido en el bosque. Le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo. No ha aprendido a volar… ya no es un águila.
El naturista dijo:
– Es bonito de tu parte haberle recogido y haberle curado y cuidado, sin embargo, tiene corazón de águila y con toda seguridad se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece si le ponemos en situación de hacerlo?
Le respondió el granjero:
– No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo hubiese hecho; yo no se lo he impedido.
– Es verdad, tú no se lo has impedido, pero le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñáramos a volar como las águilas?
– De acuerdo, probemos —aceptó el granjero.
Animado, el naturista al día siguiente sacó al aguilucho del corral, lo cogió suavemente en brazos y lo llevó hasta una loma cercana. Le dijo:
– Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo…
Estas palabras persuasivas no convencieron al aguilucho. Estaba confuso y al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos. Creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo. Sin desanimarse, al día siguiente el naturista llevó al aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:
– Eres un águila. Abre las alas y vuela. Puedes hacerlo.
El aguilucho tuvo miedo de nuevo de sí mismo y de todo lo que le rodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando, miró al naturista y saltó una vez más hacia el corral. Muy temprano al día siguiente el naturista llevó al aguilucho a una elevada montaña. Una vez allí le animó diciendo:
– Eres un águila, Abre las alas y vuela.
El aguilucho miró fijamente los ojos del naturista. Éste, impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:
– No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas, pero ya verás como vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además estos días pasados, cuando saltabas pudiste comprobar qué fuerza tienen tus alas.
El aguilucho miró alrededor, abajo hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Entonces, el naturalista la agarró firmemente en dirección al sol, para que sus ojos se pudiesen llenar de claridad y conseguir ver las dimensiones del vasto horizonte. Fue cuando abrió sus potentes alas. Se irguió soberana sobre sí misma. Y comenzó a volar a volar hacia lo alto y a volar cada vez más a las alturas. Voló. Y nunca más volvió. Había recuperado por fin sus posibilidades.
Morajela: Todos tenemos un águila en el corazón, pero hubo personas que nos hicieron pensar como gallinas. Y aun pensamos que efectivamente somos gallinas. ¡Pero somos águilas! Abrid las alas y volad. Volando como águilas. Jamás os contentéis con los granos que os arrojen a los pies para picotearlos. Demasiados tememos volar, y ese águila muere creyéndose gallina. No permitas que siga con su potencial escondido, dale ese empujón que necesita para expandir sus alas.