La infertilidad es un fenómeno cada vez más frecuente y, aun así, sigue estando invisibilizado.
¿Por qué es así?
Lo cierto es que la incapacidad de tener hijos es uno más de todos los duelos por los que puede
pasar el ser humano pero, en comparación con otros, este tipo de duelos no se ve, el entorno de
la persona que lo sufre no es consciente de la pérdida pues es algo que no ha estado ahí de
forma concreta, visible, tangible. Pero es una pérdida real con dolor real, por unas expectativas y
deseos que incluyen desde un estilo de vida, el crecimiento de una familia, unos roles y una
identidad como madres y padres, hasta unas expectativas de la sociedad.
¿Quién no ha oído las típicas frases que se les dicen a las personas en edad de tener hijos? “Se te
va a pasar el arroz”, “¿Para cuándo el bebé?”, “Y vosotros, ¿no tenéis ganas?”, “¿Cuándo me vas
a hacer tío/a/abuelo/a?”, “Con lo bonito que es ser madre/padre”, “Los hijos son una fuente de
felicidad”, “¿Cuándo vais a formar una familia (como si lo único que forme una familia sea tener
hijos?”. O los estereotipos al no tener hijos de “la loca de los gatos”, “el/solterón/a” (de forma
despectiva), el/la egoísta, cascarrabias, que odia a los niños…
Durante mucho tiempo la sociedad ha dado por hecho que tener hijos es el siguiente paso hacia
la adultez, a la madurez, a una vida completa y, de alguna manera, exige que se cumpla ese
requisito. Cada vez son más las personas las que se han dado cuenta de que esto no es así, que
es lícito elegir no tener hijos y deciden voluntariamente no hacerlo. Sin embargo, las personas
que sí desean una maternidad o paternidad se encuentran con su propia frustración y con una
falta de entendimiento y apoyo de su entorno.
A nivel personal, ¿por qué es tan doloroso no poder tener hijos?.
La maternidad/paternidad es un proyecto vital que conlleva muchos factores: tomar la decisión,
valorar opciones (en pareja, individualmente, plantearse la adopción…), recurrir a tratamientos
(teniendo en cuenta, entre otros aspectos, el precio y la intrusividad de algunos), la adaptación
del estilo de vida, hogar, horarios de trabajo, etc. Muchas veces, el objetivo de tener hijos es
prioritario y puede hacer que se dejen de lado otros objetivos vitales importantes, otros
proyectos personales, el autocuidado, la socialización… Cuando los hijos deseados no llegan, el
dolor por la pérdida se junta con el malestar por dejar de lado esas experiencias.
Volviendo al ámbito social, ya hemos comentado que hay falta de entendimiento y de apoyo al
no verlo como una pérdida real. Pero ¿y si además es un entorno en el que está habiendo
embarazos y nacimientos? Cada situación de este tipo le recuerda a la persona que ella no ha
podido hacerlo, pudiendo generar sentimientos de malestar, culpa, falta de valía, enfado,
rechazo… Es común que el individuo que se vea en situaciones de embarazos y nacimientos a su
alrededor se sienta mala persona al no alegrarse por los demás o querer aislarse y rechazar el
contacto con los nuevos padres/madres. Es perfectamente válido no querer verlos, no poder
alegrarse, sentir envidia… de algún modo es una defensa, ya que cada nuevo embarazo o parto
ajeno implica remover el dolor por no tener hijos.
Cuando alguien se encuentra en este duelo es importante que pueda contar con personas que le
apoyen, especialmente si están en la misma situación (por ejemplo hay grupos de
ayuda/acompañamiento para gente que no puede tener hijos), también que sepa que la
psicoterapia es una opción muy válida y que puede aportar mucho en su proceso. Y que pueda
centrarse en nuevos proyectos, objetivos, en su autocuidado y en darse el tiempo que necesite