Muchas veces en terapia comento con mis pacientes lo de los espacios interpersonales y como hay una zona que podemos controlar y otra que es imposible. Aquella que es imposible, que pertenece a los otros no es modificable por nuestra actitud (a no ser que esas personas quieran cambiar). Pero aquello que ya entra en nuestra zona es totalmente modificable. En otras palabras no puedo hacer que alguien no me diga algo feo pero si puedo hacer que no me dañe.
Para esto encontré esta pequeña historia sobre Gandhi. Cierta o no, creo que refleja muy bien la idea de que no daña quien quiere sino quien puede (a los que les «dejamos» que nos dañen)
Cuando Gandhi estudiaba Derecho en Londres, un profesor de apellido Peters le tenía mala voluntad; pero, el alumno Gandhi nunca le bajó la cabeza y eran muy comunes sus encuentros:
Un día Peters estaba almorzando en el comedor de la Universidad y el alumno viene con su bandeja y se sienta a su lado; el profesor, altanero, le dice: «Joven Gandhi, Ud. no entiende! Un puerco y un pájaro, no se sientan a comer juntos»; a lo que Gandhi le contesta: » Esté Ud. tranquilo profesor, yo me voy volando» y, se cambió de mesa… El Señor Peters verde de rabia, decide vengarse en el próximo examen; pero, el alumno responde con brillantez a todas las preguntas… Entonces, le hace la siguiente interpelación: «Gandhi, Ud. va caminando por la calle y se encuentra con una bolsa, dentro de ella está la sabiduría y mucho dinero, ¿cuál de los dos se lleva? «… Gandhi responde sin titubear: «¡Claro que el dinero, profesor!» El profesor sonriendo le dice » Yo, en su lugar, hubiera agarrado la sabiduría, ¿no le parece?»… Gandhi responde: » Cada uno toma lo que no tiene profesor»… El profesor Peters, histérico ya, escribe en la hoja del examen: «IDIOTA» y se la devuelve al joven Gandhi… Gandhi toma la hoja y se sienta… Al cabo de unos minutos se dirge al profesor y le dice: «Profesor Peters, Ud. me ha firmado la hoja, pero no me puso la nota…»
A veces la gente intenta dañarnos con ofensas que ni siquiera nos hemos ganado. Pero sólo nos daña el que puede y no el que quiere. Si permites que una ofensa te dañe, te dañará. Pero si no lo permites, la ofensa volverá al lugar de donde salió.
Evitar que lo que nos hacen o nos dicen nos dañe no es nada fácil porque depende de mil factores como nuestra personalidad, autoestima, historia…pero de veras, siempre es mas reconfortante saber que algo depende de nosotros que de los demás…aquello que esta en nuestra «zona» se puede modificar.
Aprender y trabajar para evitar que las cosas nos dañen tanto es un trabajo que ha de realizarse poco a poco, poniendo en practica diferentes estrategias y herramientas, con ensayo y error…y así, casi sin darnos cuenta iremos sufriendo menos por todo aquello que, quizás, otras personas nos digan o hagan.